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PUEBLO MINERO ABANDONADO APARECE Y DESAPARECE |
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Los hechos misteriosos los tenemos a montones en los 750 mil kilómetros de territorio continental; sólo es cuestión de buscarlos, y cuando menos se piensa, brotan de la tierra intempestivamente, para llenarnos de asombro e incredulidad.
Tal vez la más impactante sea la existencia de un pueblo fantasma que sólo se deja ver por determinadas personas. Pareciera ser que no todos los visitantes son bienvenidos en el poblado y aunque se llegue exactamente al lugar donde se encuentra, mucha gente se devuelve frustrada porque en el citado lugar no existe nada. Sin embargo, el pueblo llamado San Bartolo figura en los mapas aunque sólo sean ruinas puesto que –ligado al fantástico mineral de plata de Chañarcillo- se convirtió en un pueblo muerto cuando el mineral se agotó.
San Bartolo está enclavado en el corazón de la provincia de Atacama, cercano a Copiapó y en el antiguo camino que iba desde Chañarcillo a la costa. A finales del siglo XIX ya estaba muriendo porque la plata había dejado de fluir del fantástico cerro descubierto por la india Flora Normilla. Por ello, tanto Chañarcillo como San Bartolo quedaron ligados en esta singular historia.
EL SECRETO DE FLORA
Para hablar de San Bartolo es necesario remontarse a la historia del fabuloso mineral de Chañarcillo, todo un cerro de plata que durante más de veinte años tonificó las arcas públicas y dio lugar a la creación de grandes fortunas que hoy, se han convertido en imperios familiares. |
Alrededor de 1830, cuando Chile recién daba sus primeros pasos como nación independiente, la provincia de Atacama era explorada por centenares de pequeños mineros –pirquineros- que explotaban modestos minerales de cobre, oro y plata todo lo cual iba a tonificar las arcas públicas, a muy mal traer, con el pago de los impuestos. Junto a los mineros, había nacido una pujante industria procesadora de metales. Ingenios, que se encargaban de purificar los minerales arrancados a la tierra, parte de los cuales eran exportados y parte adquiridos por la Casa de Moneda. Eran los buenos tiempos en que Chile acumulaba monedas de oro –doblones- que circulaban libremente.
Tanto Los pirquenes como los ingenios dieron nacimiento a pequeños poblados donde los mineros obtenían alimentos, diversiones, ropa limpia y víveres para llevar a sus lugares de trabajo. Uno de estos poblados era San Bartolo, ubicado al pie de los cerros Bayos y Totoralillo que le brindaban refugio desde el oriente. San Bartolo estaba a menos de veinte kilómetros de las numerosas caletas de pescadores existentes al sur de la Bahía de Copiapó. También era buena su ubicación porque estaba enclavado a unos ocho kilómetros del río Copiapó que discurría rumbo al mar en su lado norte. La cercanía del agua y la vegetación de los cerros, le daban al poblado favorables condiciones de clima y temperatura, además de leña, verduras y pescados y mariscos de las cercanías caletas.
Pero el progreso no caminaba muy rápidamente por si bien los pirquenes eran abundantes, los rudimentarios sistemas de explotación existentes en Chile del primer tercio del siglo XIX, impedían una explotación más racional de los minerales.
Al sur oriente de San Bartolo, a unos 50 kilómetros en línea recta, existía otro poblado en la base de un cerro conocido como Chañarcillo. El nombre proviene de un arbusto leñoso otrora muy abundante cuando el norte de Chile aún no estaba tan erosionado como hoy y era frecuente especialmente en los cerros y sus alrededores que se explotara su leña para cocina y calefacción de los pirquineros.
En el poblado de Chañarcillo existía una posada de propiedad de una india atacameña, llamada Flora Normilla, ampliamente conocida por los mineros por la buena atención que les brindaba pese a sus modestos medios. En la posada de la india Flora se encontraban todo tipo de aventureros de esos que buscaban en un filón sorpresivo, la esquiva fortuna. Flora tenía dos hijos varones, nacidos de una relación sin libreta, llamados Juan y José Godoy. Y entre sus clientes, el dueño de un Ingenio cercano al cerro Chañarcillo, llamado Miguel Gallo.
Este industrial trabó gran amistad con Flora y según Encina:
“ Como éste le hubiera dado abundantes muestras de generosidad, quiso la india premiarlo confiándole el derrotero de un inmenso depósito de plata”. Ya en el terreno de lo histórico (agrega Encina), Juan Godoy, su hermano José Godoy, ambos hijos de la Normilla, asociados con don Miguel Gallo, solicitaron en el Juzgado de Copiapó, el 19 de mayo de 1832, la concesión de merced de una mina de plata que habían descubierto en Chañarcillo. El acontecimiento tuvo una trascendencia que sus autores no habían imaginado. “Todo el cerro –dice Sayazo- parecía un promontorio de metal: mientras más se le recorría, mientras más se rebuscaban sus matorrales, mientras más se trepaban sus riscos y se subía y se bajaba por sus inflexiones, más plata aparecía”.
Para que se tenga una idea de la importancia que tuvo para el erario nacional ese cerro de plata, basta señalar que en el primer año de explotación, se exportaron 525 mil pesos en oro de diversos otros minerales; se exportó un millón 148 mil pesos en cobre y Chañarcillo sólo exportó un millón 484 mil pesos. Esta enorme riqueza permitió en 1834 realizar una reforma monetaria que uniformó la moneda nacional, acuñándose varios tipos de moneda de oro; un doblón, medio doblón, un cuarto de doblón y un escudo con valores de 16, 8, 4 y 2 pesos respectivamente. |
Este fluir de riqueza convirtió a Chañarcillo en un importante centro de trabajo como lo fueran los minerales de oro en California. Por supuesto, todos los alrededores adquirieron inusitada prosperidad. No fue ajeno a este progreso el poblado de San Bartolo puesto que era lugar de paso obligado para quienes viajaban a la costa. De hecho, San Bartolo tenía vida propia por ser el centro al que confluían los pirquineros que laboraban en las minas de sus alrededores. Cuando Chañarcillo se convierte en El Dorado chileno, la corriente de viajeros que pernoctaban allí de paso a la costa, creció a límites superlativos. Era el progreso que lo cambia todo con el tintinear de los doblones.
Pero en este mundo todo termina. Y un mal día se agotó la plata de Chañarcillo. Eso ocurrió en 1858. La riqueza había durado 26 años. El agotamiento del mineral causó una crisis que se vio agravada por el término de la fiebre del oro en Australia y California. Estos dos centros mineros, eran grandes consumidores de trigo y harina chilenos pero al agotarse los mantos del mineral, los terrenos se volcaron a la agricultura. Por último, la abundancia de oro había elevado el precio de la plata y como gran parte de las monedas chilenas eran de plata, comenzaron a ser exportadas como mineral creando una crisis de circulante.
Junto con la muerte de Chañarcillo comenzó a languidecer San Bartolo. Se terminó la corriente hacia y desde la costa y cuándo el siglo XX llegaba a su fin, el pueblo quedó sin habitantes. El salitre, la nueva riqueza de Chile, en manos del inglés John North, había reemplazado la Plata de Juan Godoy y el nuevo polo de atracción era Antofagasta y las diversas oficinas salitreras que jalonaron en corto tiempo la pampa nortina.
¿DÓNDE ESTÁ EL PUEBLO?
En el reciente verano, el arquitecto Pedro Mansilla aprovechó sus vacaciones para recorrer los numerosos caminos de Atacama pero, fundamentalmente, practicar el buceo autónomo. El arquitecto Mancilla es un destacado cultor de los deportes submarinos y en su juventud practicó el atletismo llegando a ser seleccionado internacional en la época del oro del deporte clásico chileno antes de ser tentado por las profundidades del mar.
En su visita a una de las caletas cercanas al puerto viejo de Copiapó, Pedro Mancilla se encontró con algo extraordinario. Él lo contó a REVELACIÓN:
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-“Conversando con los pescadores salió a relucir algo muy mitológico, una ciudad perdida. Ellos me contaron que se trata de un pueblo que está metido en el desierto, se llama San Bartolo y data del siglo pasado. Y aunque figura en los planos, San Bartolo se le aparece sólo a las personas que este pueblo fantasma elige”
Es algo muy misterioso. San Bartolo poseía una ubicación muy favorable en su tiempo, puesto que quedaba a unos 15 kilómetros del Puerto Viejo de Copiapó y por San Bartolo pasaban los embarques de plata (y de otros minerales) de Chañarcillo.
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El arquitecto Pedro Mansilla en su despacho con Patricio Arias del IIEE de Chile
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El pueblo gozó de un enorme auge. Pero el Puerto Viejo era muy peligroso y se cerró a raíz de la enorme cantidad de naufragios que allí ocurrían. Luego, el agotamiento de Chañarcillo y el cierre del puerto, le quitaron el oxígeno a San Bartolo y éste comenzó a morir”.
Refiriéndose a las características del pueblo fantasma, el arquitecto Mansilla dice que “está enclavado entre dos cerros y a su alrededor existen centenares de socavones mineros abandonados, todo lo cual le presta un aspecto alucinante al lugar. Por dicha razón, por tratarse de un pueblo abandonado y que fue importante en su época, se le hace figurar en los mapas aunque con la advertencia que se trata de “ruinas” y eso lo hace un buen motivo turístico. Pero muchos turistas que han viajado a San Bartolo, se han encontrado con que tal pueblo no existe. Sin embargo, algunos lugareños han ido a constatar el fantástico detalle y lo han encontrado. Por ello, reiteran a los turistas su ubicación. Pero San Bartolo tiene sus mañas y cuando los visitantes no son de su agrado, sencillamente no se muestra. Hasta el paisaje resulta diferente”.
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Uno de los pocos mapas donde se nombra y registra el nombre de San Bartolo |
Pedro Mansilla prepara una expedición con algunos amigos, de la cual –obviamente formará parte de esa expedición este periodista. Cabe recordar que en muchos lugares del planeta existen pueblos fantasmas y nada más a mano que el fabuloso El dorado que los conquistadores españoles buscaron mapa en mano y que nunca encontraron.
El arquitecto explorador, dice que San Bartolo se encuentra en la falda de unas elevaciones llamadas Cerros Bayos. Cerca del pueblo, hay una mina llamada Totoralillo y otra llamada La Cruz, datos más que suficientes para encontrar a San Bartolo… si es que usted no le cae mal al caprichoso pueblo.
Desde la Panamericana sale un camino secundario que lleva a San Bartolo. Recomienda eso sí, llevar un vehiculo con tracción en las cuatro ruedas porque el camino actual al pueblo fantasma está cubierto de arena. Los cerros Bayos son visibles desde la Panamericana. En este viaje reciente dice el arquitecto Mansilla, pasó cerca de los cerros pero como le quedaba poco combustible decidió regresar en las próximas semanas ya bien preparado, por si tiene la suerte de encontrar alli mismo al esquivo San Bartolo.
El asunto – parece ser que el pueblo no rechaza a determinados visitantes sino que desaparece por temporadas y luego reaparece. En las caletas vecinas al Puerto Viejo, todo el mundo sabe de Don Bartolo y de su caprichoso comportamiento. Todo un señor enigma para quienes gustan de escapar de este mundo prosaico y tan lleno de materialismo.
Fuente: Revista REVELACION AÑO 4 - N° 36 (páginas 32, 33, 34)
Más información: http://actasdegrimorio.blogspot.com/2012/10/san-bartolo-pueblo-fantasma.html
Autor: Osvaldo Muray
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