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La psicografía o escritura automática ha sido una antigua práctica mediúmnica. El médium o persona en estado de trance, apoya su mano sobre un papel, premunido de un lápiz que sujeta suavemente. Al sentir la incorporación de la entidad que cree aceptar, ésta escribe sus mensajes a través de la mano de su comensal físico. La escritura siempre es diferente a la del médium y en muchos casos es igual a la de la persona que dice representar. Los mensajes varían de la intrascendencia a lo sorprendente y obviamente dan mucho que hablar.
Dos corrientes tratan de competir en la explicación del fenómeno. Una que niega toda acción de terceros y atribuye todo al inconciente del sensitivo y la otra que acepta el fenómeno como un hecho real de comunicación del más allá. |
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Ni tanto que te quemes, ni tanto que te hieles. Siempre es difícil, por no decir imposible, una clasificación absoluta. Es posible que -al igual que todo fenómeno ligado al mediumismo- la gran mayoría de los fenómenos sean del más acá. Frutos ellos de la exaltación inconciente del siquismo del médium o del siquismo colectivo de los participantes. Pero esto no descalifica la minoría, quizás si ínfima, de casos en los cuales nos queda un amplio margen de duda, escapándose totalmente de la explicación anterior.
Estos fenómenos no pueden verse desde un prisma cuantitativo. Se deberá analizar el fenómeno particular, no por ello menos fantástico.
Uno de estos casos es el que estamos presentando en este espacio. Se trata del médium italiano Demófilo Didani, que ofrece una particularidad desconcertante. El sensitivo se sienta en una sala en semipenumbra donde encontramos una mesa con papel y bolígrafos. La variable sicográfica de Demófilo es que al entrar en trance no toca los lápices, éstos escriben solos, como guiados por una mano invisible.
Estando de paso por Roma, Lina Brady de Boni, hija de un famoso médico, investigador de fenómenos paranormales, el verónes Dr. Gastote de Boni, quiso probar las habilidades de Demófilo. La mujer había vivido a la vera de la parasicología tema que había apasionado a su padre durante sesenta años, completando cien publicaciones.
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Colaboró durante cuatro años con la famosa revista “Luce e Ombra”, falleciendo a los 78 años en 1986. Obviamente la gran pregunta de la hija era si su padre había realmente fallecido o sólo había sido su cuerpo. Esta pregunta merecía una respuesta y Demófilo se comprometió a entregarle antecedentes para que ella misma juzgara. |
Emocionante protocolo
Las sesiones claves se llevaron afecto bajo estricto control de una docena de testigos se instalaron cintas magnetofónicas y los respectivos lápices bolígrafos frente a hojas de papel. Durante dos sesiones los lápices se movieron, pero la letra era indescifrable, si bien merecía el hecho que éstos escribían solos. Durante la tercera sesión Lina Brady observó espantada, cómo la letra era clara y precisa, idéntica a la de su padre. Aparecía un nítido escrito : “Para ti, mi querida hija, y para todos Uds... de vuestro padre, padre que siempre quiso comprobar esto. Gastote”.
A partir de esa sesión -hubo cuatro- Demófilo comenzó a hablar en estado de trance con una voz igualmente idéntica a la del fallecido padre. Los registros de voz quedaron grabados en las respectivas casetes.
A pesar de su conmoción, Lina Brady mantuvo la calma y llevó los escritos a un instituto grafológico en Urbino. La conclusión de los expertos que compararon éstos con cartas escritas de puño y letra por Gastone fue de que ambas letras provenían de una misma persona: eran idénticas. Lo mismo pudo comprobarse con el estudio de las casetes grabadas en las sesiones tercera y cuarta, y cintas con la voz del padre que poseía Lina.
Conjuntamente con las conmocionantes constataciones, los testigos pudieron comprobar una serie de fenómenos colaterales coexistentes con los ya analizados: luces blancas u azul pálido se formaban en torno al médium sombras de aspecto humanoide deambulaban a cierta distancia de los espectadores a pesar de permanecer totalmente cerradas puertas y ventanas, una brisa suave y refrescante envolvía a las personas. Diversas materializaciones acompañaban las sesiones, ya que tanto Lina Brady como sus compañeros de aventura sentían invisibles manos que suavemente palpaban sus cuerpos.
Finalmente estaba la presencia de diversos raps (tiptología), es decir, claramente se escuchaban golpes en los muebles y paredes mientras un olor aromático impregnaba el ambiente.
El propio Demófilo se sometía a toda clase de investigaciones, exigía personas con linternas que recorrieran los rincones durante las sesiones, sólo solicitaba no le iluminasen la cara. Al igual que el gran avatar Sri Sathia Sai Baba en la India (1) Demófilo, Didani materializaba un polvo tipo ceniza en sus manos (Vibhuti). Todo esto mientras los investigadores iluminaban las manos del médium. En más de una oportunidad las materializaciones fueron hojas verdes o monedas antiguas. El mediumismo del romano abría una puerta dimensional hacia un mundo desconocido y desconcertante para todos.
De todas maneras, a pesar de lo espectacular de esta fenomenología colateral, los testimonios de la escritura sicográfica como la de las casetes que se pudieron comprobar con la letra y la voz en vida del Dr. Gastote de Boni, resultan largamente lo más increíble y esperanzador para el estudio de la vida más allá de la muerte. Tanto más cuanto que, cada sesión se protocolizó seria y responsablemente entre gente de solvencia moral intachable. Lina Brady satisfizo gratamente su duda existencial. |
Jorge, estudiante universitario de VII Región, era un muchazo retraído, serio, responsable y estudioso. Ningún hecho destacado había roto su tranquilo vivir. Jamás sufrió problemas de tipo psicológico, tensiónales o económicos. Su salud era envidiable ya que congeniaba muy bien estudio, deporte y vida sana. En resumen, un muchazo sano holísticamente.
Si hago este preámbulo es porque lo primero que podríamos aducir en la historia que comienza sería inestabilidad emocional o mitomanía por parte de Jorge. Ambas alternativas están descartadas.
Un fin de semana, luego de un período más o menos pesado de actividad académica, el estudiante es invitado a una fiesta. No era aficionado a ellas por su alto grado de responsabilidad estudiantil, pero esta vez era final de semestre y salían prácticamente a vacaciones. Agradeció la invitación, anotó la dirección y se aprontó a pasar un rato agradable. Jamás pudo imaginar el tipo de fiesta que le esperaba.
Llegó a la hora convenida y se integró de inmediato a su grupo de amigos, compartiendo cantos, bailes y alegría general. |
De pronto su vista se encontró de frente con la de una hermosa muchacha que se había fijado en él. Sus claros ojos, su pelo rubio y su tez extremadamente pálida, le daban un aire de misterio y diáfana espiritualidad. Se sintió inmediatamente atraído hacía la joven, acercándose a ella y presentándose formalmente. Una débil y tímida voz le hicieron saber que se llamaba Clara. La atracción fue mutua e inmediata, ya que a partir de ese instante Jorge dedicó todo su tiempo a ella. Era una verdadera pluma para bailar, extremadamente silenciosa; en sus ojos brillaba una luz de agrado y felicidad. Jorge se sentía embelesado y si bien el diálogo era casi monosilábico, la piel de su mejilla pegada a la de ella en un suave y tierno “check to check” (2) colmaba su felicidad.
Desgraciadamente el encanto fue fugaz, a la media hora Clara reindicaba al muchacho deque debía marcharse. Jorge siempre respetuoso de la voluntad de los demás y más aún con una niña que identificaba sus sueños, se ofreció gentilmente a llevarla a casa.
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Salieron de la fiesta, indicándole la muchacha la dirección a la cual debía acompañarla. No quedaba lejos, de tal manera que se decidieron a ir caminando |
Se abrió el cielo
La noche estaba fría y la muchacha tuvo un leve estremecimiento, pues iba livianamente vestida. Jorge portaba un abrigo que puso sobre sus hombros, caminando en silencio y tomados de la mano rumbo a la casa de Clara. De pronto la chica se detuvo. Mirando profundamente a Jorge le pidió por favor que la dejará hasta ahí… “esa que ves allí es mi casa, déjame hasta aquí” insistió la joven. Hizo un ademán para devolverle el abrigo, pero Jorge insistió en que lo llevase puesto.
“Puedes enfriarte en unos metros”
En su fuero interno la idea del muchazo era tener un motivo para volver a ver a la joven al venir a buscar su abrigo al día siguiente.
“Adiós Jorge que estés bien” le dijo con un susurro de voz.
“Hasta otro momento Clarita” respondió el joven universitario, tratando de atraerla hacia él para besarla. Clara regio el beso escabulléndose intangiblemente rumbo a su casa. Abrió la puerta y se introdujo en su hogar.
Al día siguiente, luego del desayuno, Jorge dirigió rápidamente sus pasos hacía la casa de su amada. Tocó el timbre, se abrió la puerta e hizo su aparición una mujer madura con rasgos familiares que recordaban las facciones de la joven. Inmediatamente Jorge se presentó y pidió permiso para hablar con Clara. El rostro amable de la mujer cambio de expresión hacia la extrañeza, mirándolo incrédulo a Jorge.
“Perdón, ¿con quién desea hablar usted? pregunto amablemente.
El joven contó a su mujer su vivencia de la noche anterior y solicitó la devolución de su abrigo, pensando que Clara aún dormía. La dueña de casa, mirando a Jorge con profunda extrañeza y viendo que se trataba de una persona de bien, le hizo pasar, le ofreció asiento y una taza de café.
Ud. Busca a Clara, ¿verdad? Veamos primero si no nos equivocamos de persona. ¿Se trata de esta chica? Preguntó presentándole una fotografía al joven. Este asintió inmediatamente, pues se trata efectivamente de la niña con que había estado bailando la noche anterior.
“Va a ser muy fuerte lo que voy a decirle - reforzó la mujer – yo soy la madre de Claro y tuve que lamentar su muerte hace seis meses”
Jorge sintió que se desmayaba, que la tierra se abría a sus pies. Era totalmente imposible lo que decía la mujer, el había conversado y bailado con la muchacha, había caminado con ella rumbo a su casa, etc.
Una cosa quedaba en claro, luego de mutuas explicaciones: ninguno de los dos mentía. La madre insistía en su verdad y Jorge en la suya.
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Se despidieron amablemente, ambos con lágrimas en sus ojos, desconcertados. Es tarde movido el muchacho aún por la incredulidad y tratando de buscar respuestas a lo imposible, dirigió sus pasos camino al cementerio. La madre le comunicó que Clara había sido enterrada en la ciudad. En la administración averiguó la ubicación exacta y trató de ubicarse en terreno. Avanzaba por una calle sabiendo que en la esquina debería doblar a la derecha ya que la tumba de la muchacha quedaba sólo a unos metros del cruce. Al llegar sintió que la sangre se le helaba en las venas. Sobre la cruz de piedra que marcaba el lugar preciso donde su amada descansaba el sueño de la muerte, yacía colgado su abrigo.
La gran polémica entre la casualidad y la causalidad jamás pasará de moda. Quien no cree ni acepta la mano del destino atribuirá cada acto por extraño y misterioso que sea a la simple casualidad, al azar. |
Quienes estamos en la banda contraria, sin fanatizarnos ni culpar de todo al destino, reconocemos que en numerosas oportunidades algo nos ha frenado, algo nos ha cambiado de ruta o condicionado tan insólitamente, que no nos deja alternativa. La fuerza del sino, algo real y presente, será entonces la que mejor se avenga a nuestra explicación racional. Veamos un ejemplo. |
La paz de la tarde
Juan, septuagenario jubilado vivía en idílica paz con su familia viñamarina. Tenía la suerte de tener aún su madre viva a pesar de su avanzada edad. Una mujer muy atractiva, ya que leía sin anteojos (3) estaba al día en las noticias y sus comentarios eran atinados y oportunos. Es decir un hermoso exponente humano.
Una hermana de Juan vivía en los Estados Unidos y regularmente establecía ese bendito contacto telefónico que acerca casi mágicamente las distancias. Para mamá escuchar la voz de su hija era un fuerte aliciente de vida y para la hija la voz de su progenitora en la línea, motivo de lágrimas, pero de alegría y nostalgia.
La correspondencia epistolar reforzaba más aún los lazos de unión y la información de la salud de la mamá era tema recurrente en toda suerte de comunicaciones.
Sin que mediara malestar ni noticia alguna, Julia, la hija ausente, planeó un viaje a Chile para pasar unas vacaciones en la patria. Tenía ganas de saborear platos a la chilena y que sus hijos rompieran un poco la inevitable desculturización que provoca el desarraigo, aunque éste sea voluntario y ventajoso.
El reencuentro fue esplendido. Días de placer y de gloria, de reposo espiritual y de agitado andar. Había tanto que ver, tanto que comentar, tantos amigos que visitar. La felicidad era plena y desgraciadamente los días pasaron demasiado rápido. Con esa molesta rapidez característica de los días felices. Ratificó doña Julia y familia su vuelo y todo quedó listo para el regreso al país del norte.
El destino dijo no
Llegó el día del adiós. Despedidas previas, la última comida y el abrazo del “que estés bien”. El automóvil en que regresaban Julia y sus hijos era manejado por su hermano Juan, que partió raudamente a Pudahuel. A medio camino, el ruido seco en el motor, la aguja de temperatura al máximo y el auto que jamás había tenido una panne (4) , se negó a seguir camino.
Realizaron una rápida inspección, colocación de triángulos refractarios y una de las mujeres a la vera del camino tratando de hacer dedo (5) primero tibiamente, luego intranquila al ver que los minutos avanzaban inexorablemente y finalmente desesperada al comprobar que nadie se dignaba a detenerse. Los buses pasaban llenos y la presencia de un grupo de 5 personas era evidentemente desincentivador para la buena voluntad. No apareció radiopatrulla de carretera alguno y lo único posible de conseguir fue un comedido conductor que viajaba en sentido contrario, es decir hacia Viña del Mar, que avisara a un garaje y a Pudahuel indicando el impedimento del zarpe.
Resignada, Julia regresó con sus hijos y con su hermano, remolcados a Viña del Mar. Inmediatamente se comunicó con la agencia de viajes solicitando nueva fecha de vuelo. Esto era posible solo dentro de una semana más. Todo quedó establecido, pero dos días antes de la nueva fecha de regreso, hubo una llamada de la agencia y…otra postergación.
La fecha de viaje sólo se hizo realmente posible 20 días después de lo previsto. Mamá se había resentido ligeramente y una colitis persistente indicaba que algo le había caído mal dentro de los desarreglos de la despedida.
Llegó ese día final y mamá guardaba cama, muy alegre como siempre. Al despedirse y quedarse sola, un hondo suspiro se escapo de su pecho y un par de silenciosas lágrimas afloraron a sus ojos. Se sentía con bastantes kilos de pesos. Más que nada había guardado cama por eso, para que no lo notaran. Como el eje de atención rotaba en torno a la familia de Julia, todo había pasado inadvertido.
Entretanto, Julia y su prole regresaban a Pudahuel y se encaminaban ya hacía las ventanillas de la línea aérea. Al revisar la aeromoza su documentación, descubrió que los papeles estaban vencidos en un día y para retornar a los Estados Unidos debía cumplir un trámite consular ineludible. De no ser así no podía desembarcar en Norteamérica.
Era como mucho, por una tercera vez se retardaba el viaje. Tenía tiempo y estaba en horas hábiles. Juan “voló” con ella al Consulado a regularizar los papeles. Todo se hizo en tiempo récord con la eficiente colaboración del señor cónsul de Santiago. Raudamente volvía el grupo a Pudahuel con el tiempo justo para tomar el vuelo.
De pronto, un pinchazo. Juan se bajó prestamente y se dispuso a cambiar la rueda. Buscó la de repuesto y al sacarla, notó que estaba desinflada. El resultado fue retraso, demora y una vez más perdida del vuelo. Llegada la rueda de repuesto no quedo más que regresar nuevamente a Viña del Mar.
A partir de ese día, mamá comenzó a empeorar. Julia muy solicita atendía a su querida madre, pero su mente estaba puesta en su casa, de tal manera que hizo una última reserva. Esta fue para un día 22 de Febrero. El 18 mamá debía internarse, empeorándose a ojos vista. El médico, tras una serie de exámenes y radiografías, comprobó un cáncer muy avanzado con múltiples metástasis y advirtió lo peor a corto plazo. El día 19 la nonagenaria entró en tranquilo coma, falleciendo feliz y agradecida esa noche, rodeada de sus seres queridos.
El día 21 fue el entierro con todos los hijos y la familia reunida. El 22 una vez más partía la caravana a Pudahuel. Sin tropiezos, sin pannes, sin problemas. Abordaron el avión tras un apretado y sentido abrazo de adiós. El viaje de regreso fue totalmente tranquilo, lo mismo que el desembarque y el retorno al hogar.
¿Habrá sido un secuencia de desgraciadas casualidades? o bien, ¿Fueron los hilos del destino quiénes movieron hábilmente sus marionetas para permitir que Julia asistiera a su madre hasta el final?
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Era María Teresa una esplendida y hermosa muchacha, casada felizmente con un sujeto que la mimaba a diario. Por lo menos, ése era el diagnóstico de quienes los conocían. Poseían una casa en la playa y eso constituía un lujo imposible de olvidar. El marido tenía un negocio de telas que atendía con esmero. Nada hacía pensar que el ocaso de las vidas podía ser terrible.
Y cuando todo parecía tan maravilloso, Julio, el marido, contrata a un joven dependiente para atender su negocio. Lo extraño del caso es que el joven era un mozalbete adolescente y muy bien parecido. Pero no creó ningún argumento contrario en María Teresa, quien seguía confiando a ciegas en su marido, del cual ciertamente estaba muy enamorada. Pero cada día algo tenía que hacer su marido y llegaba tarde a casa. El negocio se cerraba a horas tardías, lo cual fastidiaba a su esposa. Pero, sin desconfianzas en su marido, cuando le preguntaban por él, ella se disculpaba lamentando el excesivo celo de él por el negocio.
Cierto día, el marido le anuncia a María Teresa que lamentablemente no podrá pernoctar en su casa, ya que tiene que atender a ciertos compradores en la capital. De más esta decir que todos estos hechos sucedían en Viña del Mar. La esposa lamenta la separación, pero no intuye nada y acepta las disculpas del marido. Esa noche, sintiéndose muy sola, llama a una amiga y la invita a pasar la noche en la casa de la playa, así podrán conversar y explayarse en temas que a ambas las motivan.
María Teresa toma su auto, pasa a buscar a su amiga, y apuran su camino al balneario donde está su casa de veraneo. Al llegar algo extraño acontece. El auto de su marido está aparcado en el patio de la casa. Esto pone alerta a su esposa, que piensa que el marido ha traído a los compradores a este lugar para hacer más simpática la reunión. Piensa en sorprenderlo y sigilosamente se acerca a una de las ventanas, pero lo que observa es demoledor. El mundo se derrumba sobre la cabeza de María Teresa. En un sillón yacen abrazados su esposo y el dependiente. Entre ambos se estrechan y tras pequeños pasos de tiempo, un apasionado beso sella la visión. Se levanta la compuerta e irrumpen tumultuosamente las imágenes indeseadas. Escollos de fatalidad enturbian la visión.
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Desesperada, María Teresa monta en su auto dejando a su amiga a la deriva y avanza hasta el sector alto de los roqueríos, su único deseo es precipitarse al vacío. Morir, ya que la vida para ella nada vale. Se baja de su auto y se acerca al precipicio. Pero en esos momentos siente que una mano la clava en el suelo. Mira espantada a quien se atreve a impedir su decisión. Se trata de un atento caballero de blanco pelo que comienza a hablarle quedamente de su juventud, de sus ideales, de sus padres. En suma, la tranquiliza y desdibuja sus intenciones. Ella medita en esas sabias palabras y desiste de sus intenciones. El viejo le asegura que todo está en regla y desaparece. Ella queda trémula al ver que su interlocutor ha desaparecido de su vista. Trata de ubicarlo, pero no hay nadie en su derredor. En esos instantes aparece su amiga, que comenta exactamente lo vivido por María Teresa. Ha visto el viejo sabio de blanco pelo, pero de pronto éste ha desaparecido. Ambas se abrazan muy impactadas por el hecho. María Teresa se sincera con su amiga y le cuenta lo que ha vivido en la casa de la playa, el impacto que ha sufrido. |
Felizmente, las palabras del viejo fueron balsámicas para María Teresa. La separación fue algo lógica. Y el final de la relación sucede tras un par de años.
La hermosa mujer siente que un ángel la protege, ya que conoce a otro señor que resulta ser un verdadero hallazgo, ya que la mima y la adora y con quien logra rehacer su vida. Un ángel la salvó del suicidio y otro ángel le rehizo la vida. La vida se elevó, ya que después de las lluvias despiadadas brotan las yemas primaverales. |
Uno de los fenómenos más comunes que siempre aparece en las historias de familia lo constituye la telebulia . Es decir, la transmisión a la distancia de una sensación que puede plasmarse inclusive en una imagen. Ligada general y casi exclusivamente a momentos de gran tensión: muerte, dolor, fuerte emoción. Un sujeto afín al receptor, transmite a éste una inequívoca señal de él a la distancia.
El caso que viene a continuación es extremadamente patético, pero totalmente verídico. Se trata de una familia de la IV región, de una conocida ciudad muy cercana.
Vendedor viajero
La familia de Gladys, que actualmente se ha organizado de nuevo estaba compuesta en 1973 solamente por ella y su marido. Estudiante universitaria, había abandonado su carrera por casarse con Carlos, representante de una importante firma importadora. Les habían dado muy buenas perspectivas siempre y cuando se hicieran cargo de una oficina en Coquimbo. Efectivamente, todo marchaba sobre ruedas y al poco rodar el matrimonio, Gladys quedo encinta. El marido estaba constantemente de viaje, logrando muy buenas ventas que garantizaban excelentes expectativas económicas. Era el mes de Septiembre de 1973 y la situación del país era muy tensa; Mucha intranquilidad político-social que más vale no recordar, ya que es de sobra conocida por todos.
El bebé estaba ya por nacer y la fecha que daba el médico era el 14. Carlos programó estar con Gladys para esa fecha, anticipando un viaje a Santiago.
Desgraciadamente para sus programas, todo se vio trastocado. Los problemas se multiplicaron, empantanaron y explotaron, como ya sabemos, el día 11 (6) La angustia de Carlos fue patética. Aislado en Santiago en medio del enfrentamiento, sin teléfonos para comunicarse, ignorante de lo que sucedía a su mujer. Carecía de connotación política y su único problema era la gravidez de su compañera y la distancia que le separaba de ella. A duras penas logró ser escuchado y el gerente de su firma intercedió por él ante la autoridad militar. Finalmente logró el anhelado salvo conducto que le permitiría viajar a Coquimbo. Se le recomendó que, por seguridad, fuera preferible respetar de todas formas el toque de queda.
Con la felicidad dibujada en el rostro, Carlos llenó el estanque de bencina de su coche y acelero al Norte. Demás esta decir que el nerviosismo y la ansiedad son pésimos copilotos. Para su desgracia, pinchó con un perdido “miguelito” (7) a la altura de Los Vilos. Cambió la rueda y entró al balneario a parchar el neumático deteriorado. Mientras el tiempo se alargaba aparecían cigarrillos mágicamente en sus labios y sus uñas eran objeto de un roer rabioso. La angustia se había apoderado de él.
El puente de la solidaridad y la angustia estaba establecido y Gladys respondía igualmente que Carlos. Nada sabía de él y sentía estallar su barriga. Obviamente un día antes de lo previsto, las convulsiones del parto se hicieron anunciar. Ayudada por unos vecinos marchó a la maternidad dando a luz sin problemas, pero con la angustia en su corazón. En esos precisos instantes Carlos retomaba el camino desde Los Vilos. La hora avanzaba y la única alternativa de llegar respetando el toque de queda era meter a fondo el acelerador.
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De pronto en una curva, una cabra se atravesó en el camino. La velocidad excesiva del automóvil permitió el choque frontal con el animal que se enredo en las ruedas, haciendo vacilar el vehiculo. Delante de él, en sentido contrario, un inmenso camión rodaba rumbo al Sur. El vehículo no respondió al viraje que trataba de hacer Carlos, peor aún, se hizo ingobernable, saliéndose del camino, yéndose a estrellar contra unas piedras, volcándose espectacularmente. La bencina se desparramó, incendiándose totalmente. Carlos aturdido por el golpe, no puedo zafarse de su cinturón. El auto estalló acabando definitivamente con la vida de su conductor.
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En paralelo, en Coquimbo, Gladys y su pequeña bebé salían del pabellón directamente a la pieza del pensionado. Ella reposaba, levemente levantada su cabeza, en la cama hospitalaria. La niña arrimada a su costado. La miraba con suma ternura, no exenta de preocupación y de nostalgia. De pronto un ruido en la ventana, acto seguido unos golpecitos suaves en el vidrio. La mujer levanta la vista y ve con infinita alegría el rostro de Carlos reflejado nítidamente en los vidrios. No le cupo duda alguna de que su marido había llegado.
“Carlos, amor mío, por fin regresas” exclamó con alborozo irracional.
Apretó el timbre que tenía a la mano llamado a la enfermera de turno. Esta llegó prestamente.
“Señorita, ábrale por favor la ventana a mi marido. El pobre no sabe cómo entrar” expresó cándidamente.
“Señora, nadie puede estar ahí, estamos en un segundo piso. Ud., debe haber soñado.
Recién en ese momento Gladys cayó en cuenta de su error de apreciación. Vanamente esperaba que apareciera por la puerta compulsivamente insistía en que le buscaran por la clínica. Tenía que estar por ahí deambulando en su búsqueda: lo había visto. La desesperación obligó al personal médico a colocarse un somnífero, administrado a través del suero. A la mañana siguiente al despertar, su madre que había llegado hace un par de días desde Santiago a acompañarla, tuvo que comunicarle la triste noticia del fatal fallecimiento de su marido.
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Fuente: La Estrella de Valparaíso
Sábado, 02.Octubre.2004
Recopilación entregada por
Andrés Barros Pérez-Cotapos
en el año 2000 en la ciudad de
Barcelona (España)
a Raúl Núñez Gálvez para su publicación
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VOCABLOS A EXPLICAR:
(1) Sai Baba: uno de los tantos santones hindúes que tienen grandes seguidores en el mundo entero. En la década de los noventa, investigadores independientes analizaron la sustancia materializada en sus manos y se comprobó que era polvos talcos coloreados. Seguramente el autor no estaba en conocimiento de esta investigación.
(2) Check to check: Se dice de la formula de bailar con una chica “mejilla junto a su mejilla”
(3) Anteojos: Gafas de leer
(4) pannes : vocablo de origen inglés para definir una avería.
(5) Hacer dedo: vocablo chileno para definir el viajar haciendo “auto-stop”
(6) 11: El autor hace referencia al cruento Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile pues su escrito esta localizado en el ambiente de esos días.
(7) miguelito: Vocablo chileno para definir clavos grandes doblados y preparados en forma tal, que una vez lanzados a tierra solo se instalan con su lado afilado hacia arriba, consiguiendo dañar y reventar los neumáticos de los coches. Sistema muy usado en Chile en el año 1973 y hoy por la delincuencia
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Breve biografía de Andrés Barros Pérez –Cotapos
Odontólogo. Profesor Extraordinario y ex Titular de la Facultad de Odontología de la Universidad de Chile.
Realizó estudios y ejecutó programas en la Universidad de Göttingen en la República Federal de Alemania. Años (1963-1964 y 1975-1976)
Premio Nacional de Investigación Odontológica en 1973
Miembro de Honor de la Sociedad Andrómeda de Sevilla.
Colaborador de la Revista Karma-7 de Barcelona, España.
Miembro de la Sociedad Española de Parapsicología.
Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile.
A partir de los años 1978 reencauza su actualidad de investigador en áreas diferentes del conocimiento. Le preocupan causas pacifistas y ambientalista, además de participar en programas radiales y crónicas en periódicos de Valparaíso y Valdivia.
Panelista de programas televisivos, como “Buenos días a todos en TVN de Chile, y además colabora asesorando el programa “El día menos pensado” que dirige Carlos Pinto en TVN.
Falleció en el mes de Julio de 2010.
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