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OPINIONES Y REFLEXIONES
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LOS DIOSES CREARON LAS RAZAS COMO ESTRATEGIA
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Otra de las posibles estrategias utilizadas por los dioses para que no nos entendamos y peleemos entre nosotros, es la diversidad de razas que existen en la humanidad. Confieso que en este particular tengo menos hechos en los que apoyarme, pero no faltan algunos que nos indican que la mano de los dioses ha tenido que ver con todo esto.

La creencia bíblica de que todos venimos de una sola pareja, creada directamente por el mismo Dios en el paraíso, es algo completamente infantil. Las diferentes razas humanas han ido apareciendo en el planeta a lo largo de millones de años. Hoy día tenemos datos históricos de que ha habido razas gigantes.

Antes de entrar en el tema, tenemos que admitir, de nuevo, que el hecho de que haya diferentes razas tiene explicaciones completamente lógicas y naturales. Pero una vez más nos encontramos con particularidades que nos hacen sospechar que los dioses han intervenido en el proceso natural
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Lo primero que las diferencias raciales nos hacen ver con claridad, es la pluralidad de sus orígenes tanto en el tiempo como en el espacio. Las primeras “parejas” aparecieron en épocas y en lugares diferentes. (Lo de la llegada del hombre a América a través del estrecho de Bering, siempre me ha parecido una solemne majadería). En los últimos tiempos han irrumpido las explicaciones basadas en la interpretación de Zecharía Sitchin de las tabletas mesopotámicas, y los anunnakis parece que lo explican todo. Pero aceptando lo que pueda haber en ello de verdad, y sin admitir como seguros todos pormenores que nos aportan, son solo una mínima parte de la historia de la aparición de las diferentes razas en nuestro planeta.

Muchos miles de años antes de que los sumerios escribiesen sus tablillas, cuando ya en algún grupo de antropoides empezaban a aparecer mutantes, probablemente intervinieron los dioses para programarlos genéticamente de modo que su evolución y su comportamiento se desarrollase como a ellos les convenía. De hecho, el Popol Vuh habla de diversas tentativas de “los señores” para crear al hombre y hasta nos habla de varios intentos fallidos.

A muchos, todo esto debe sonarles a pura fantasía, pero les ruego que reflexionen sobre este hecho paralelo. Consideren la diferencia entre un perro mastín o un alano (con casi un metro de envergadura) y un chihuahua. Todos son perros y teóricamente podríamos lograr la fecundación de una hembra de mastín por un macho chihuahua. ¿Y quién ha hecho tamaña diversidad de perros, sino el dios de los perros, que es el hombre?
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Los humanos, a lo largo de los siglos, hemos intervenido en la formación de razas de animales de acuerdo a nuestros gustos o nuestras necesidades. Hemos logrado perros para los diversos tipos de caza, perros de patas muy cortas y de muy mal genio (los perros salchichas) para que puedan entrar en la hura y sacar a los tejones y a los zorros, perros ovejeros para los rebaños perros para defender la casa, para carreras, y hasta perros para que nos hagan compañía subidos al sofá o en un cojín, y ocupen poco sitio. Los perros no saben nada de esto, pero los seres humanos tampoco se dan cuenta de cómo han sido manipulados.
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Volviendo a las diferencias entre los humanos, otro hecho que llama la atención es ver cómo las diferentes razas se circunscriben a los continentes. África es el continente de los negros; América es el de humanos de piel cobriza que, aunque con bastantes diferencias entre ellos, tienen, sin embargo, mucho en común; en la mayor parte de Asia el rasgo distintivo son los ojos oblicuos, y en la India nos encontramos con un color de piel y una fisonomía características. Además podríamos señalar una o dos razas mediterráneas y, por último, los rubios altos, que, desde las brumas del norte de Europa, irrumpieron repentinamente hace poco tiempo en la historia. Se diría que son la última creación de los dioses y hasta los más parecidos a algunos de ellos, tal como nos los describen los escritores griegos y romanos, y tal como los han visto bastantes contactados en nuestros días, descendiendo de sus vehículos los ovnis.
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Descrito de una manera muy simple, este es el panorama de las razas humanas, y repito que no tengo “piezas de convicción” como las que se exigen en los tribunales, y admito que puedo estar equivocado. Pero de lo que no tengo dudas es, primero, que mi punto de vista acerca de la aparición del ser humano en el planeta, considerada de una manera general, está mucho más cerca de la realidad, que las infantilidades que nos dicen las religiones o las simplezas que dictamina la ciencia oficial, que se niega a admitir un sinnúmero de evidencias que apuntan a que la antigüedad de los de seres humanos sobre la Tierra es muchísimo mayor de lo que sus postulados concluyen. Y segundo, que la diferencia de razas ha sido una gran causa de conflictos y guerras, y de ello no podemos tener duda alguna. (Del libro “Defendámonos de los dioses”, Ed. Algar, Madrid, 1984).
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LAS LENGUAS, OTRA ESTRATEGIA DE LOS DIOSES
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Y junto al fenómeno de las religiones y las patrias tenemos otro hecho histórico omnipresente que, si bien tiene su aspecto perfectamente natural, posee otra cara en la que se puede también sospechar la disimulada intervención de los dioses: la enorme diversidad de lenguas del planeta.

Los lingüistas tienen sus explicaciones válidas para convencernos de que el proceso de la creación de idiomas es natural, y no tenemos inconveniente ninguno en admitirlo. Pero tenemos que recordar lo que ya anteriormente hemos dicho: Los dioses, en sus interferencias en las vidas de los hombres, usan a menudo los fenómenos naturales para lograr sus propósitos, sin que los hombres nos percatemos de su intervención; no caemos en la cuenta de su juego, precisamente porque creemos que el fenómeno es perfectamente natural, cuando en realidad, sin dejar de ser natural ha sido, en cierta manera, forzado y manipulado para lograr sus fines. Y viceversa, muchas veces, fenómenos que son totalmente naturales –pero desconocidos por el ser humano— los presentan como “milagros” o hechos portentosos debidos a su gran poder, con lo que nos impresionan y manipulan nuestra mente. Recordemos, de pasada, las “señales del cielo” recibidas por el emperador Moctezuma para convencerlo de que estaban a punto de llegar los dioses blancos barbados, tal como auguraban sus tradiciones, con lo cual el proyecto de conquista –que contaba con el beneplácito de los dioses—, iba a ser mucho más fácil.

Le confieso al lector que tenía un poco olvidado lo que la Biblia dice sobre este particular, y cuando fui a consultarla, me encontré con lo siguiente: “Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras […] y se dijeron: ‘Vamos a edificar una ciudad y una torre cuya cúspide toque los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por sobre la faz de la tierra'. Bajó entonces Yahvé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres y se dijo: ‘He aquí un pueblo unido pues tienen una solo lengua. Se han propuesto esto y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos pues y confundamos su lengua de modo que no se entiendan unos a otros'. Y los dispersó Yahvé por toda la faz de la tierra”. (Gén: 11, 1-9).

Y si de la Biblia nos vamos a América, allí también nos encontramos con tradiciones sobre confusión de lenguas. Entre los toltecas mexicanos, existe la tradición de que sus antepasados intentaron construir una gran pirámide, y mientras estaban en su empeño, la gente comenzó a hablar repentinamente de manera diversa a como lo habían hecho hasta entonces, de tal manera que al no poder entenderse tuvieron que abandonar la construcción de la pirámide. Los detalles acerca de esta tradición han llegado hasta nosotros de una manera muy imprecisa pero no nos extrañaría que los parientes trasatlánticos de Yahvé actuasen lo mismo que él, en circunstancias parecidas.

Esta sospecha de la intervención de los “dioses” en la confusión de las lenguas, inconscientemente la confirman los historiadores cuando se enfrentan a la realidad de los idiomas en todo lo ancho del planeta. Por poner un ejemplo, el lingüista Morris Swadesh nos dice que a la llegada de los españoles, solamente entre México y Guatemala existían alrededor de 280 leguas diferentes. Y hasta tal punto se diferenciaban entre sí, que muchos pueblos muy cercanos no podían comunicarse entre ellos. Y a renglón seguido da los ejemplos de cómo en estos idiomas existen palabras tan comunes como maíz, sol, luna, blanco, negro, que no se parecen en nada.

Por supuesto que no me voy a apoyar en estos textos para “probar” mi teoría de la estrategia, pero no deja de ser curioso que la Biblia corrobore de una manera tan descarada una idea que había asaltado a mi mente como una consecuencia lógica de muchos otros hechos de los que no podemos tener duda alguna. Y de paso, observe el lector el talante de nuestro “padre” Yahvé, perpetuamente celoso de la felicidad y del progreso de los hombres, y siempre al acecho para ver en qué los podía fastidiar.

La última frase que vemos en el texto citado es la consecuencia lógica de la diversificación de las lenguas: el “no entenderse”, es decir, la falta de comunicación, propicia grandemente no solo el aislamiento físico, sino la separación anímica, lo cual puede degenerar en último término –y, de hecho, así ha sido— en odios, malentendidos y guerras. De las lenguas podemos decir lo mismo que de las religiones: si por un lado son un instrumento para unir a los pueblos, por otro lo son para separar a estos pueblos de otros que hablan un idioma diferente.
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Y también quiero hacer notar otro detalle: la hasta ahora insalvable dificultad existente que ha hecho imposible consensuar la creación de una lengua común. Hemos conseguido ponernos de acuerdo en temas que conllevaban una mayor dificultad (pesas y medidas, línea del tiempo, calendario, zonas aéreas y marítimas internacionales, telecomunicaciones, etcétera), pero todos los tímidos intentos que en las Naciones Unidas ha habido para construir una lengua común, han fracasado aun antes de ser tomados seriamente en consideración.
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No se trata de que las naciones abandonen sus lenguas, sino, sencillamente, que los lingüistas configuren de una manera más completa y profesional, lo que el doctor Esperanto intentó hacer hace ya más de un siglo, es decir, crear una nueva lengua artificial y neutral que sea usada como segundo idioma por todos los habitantes cultos del planeta. Cada uno, al igual que cada nación, seguiría usando su lengua vernácula, pero en las relaciones internacionales, el nuevo idioma sería el único utilizado. Además, esta lengua creada artificialmente y por especialistas, podría ser mucho más sencilla, sin las irregularidades e infinitas excepciones que plagan todas las lenguas, sin que por otro lado perdiese su capacidad de expresar cualquier idea o sentimiento humano. Con el tiempo esta lengua iría convirtiéndose en la habitual del planeta, a medida que la creciente movilidad de los humanos fuese obligándolos a usarla cada vez con mayor frecuencia.

Pero, contra toda lógica, los grandes dirigentes del planeta, nunca han querido prestarle atención alguna a algo tan enormemente útil para la humanidad. Prefieren seguir en sus politiqueos, en su buena vida a costa del pueblo, y en sus juegos de poder, en los que dan rienda suelta a su paranoia. Porque no se puede negar que en la actualidad, desear ser el dirigente de alguna de las grandes naciones, significa automáticamente tener una regular dosis de paranoia o de masoquismo.

( Del libro “Defendámonos de los dioses”, Ed. Algar, Madrid, 1984).
Autor: Salvador Freixedo
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