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Su cuerpo estaba en perfecto estado, sus tejidos corporales denotaban detalles de una piel intacta, su pelo, su ropaje, todo estaba perfectamente conservado. (Ver más...) |
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El pequeño Juan Carlos, era sin duda un niño afortunado, al margen de sus propias cualidades y aptitudes, ya que era un niño inteligente, aplicado en todo aquello que le era propio a un pequeño de siete años, disponía de un entorno familiar envidiable.
El padre catedrático, la madre que prestaba sus servicios en el Hospital del Mar de Barcelona, y una hermana mayor llamada a convertirse en lo que posteriormente seria, una abogada, inteligente que domina varios idiomas y que no tardó en ganarse una notable reputación.
Viven en un piso de la avenida de Guipúzcoa, la familia era muy apreciada por sus vecinos, que le prodigaban su amistad y consideración. Conocí a esta familia allá por la década de los años setenta, después perdí el contacto por cuestiones de situación geográfica en la ciudad condal. En Barcelona, las distancias son extensas y es complicado mantener el contacto y una relación fluida, especialmente si no hay un interés expreso por mantenerlo, que en realidad era el caso.
Muchos años más tarde, ya jubilado me traslade con mi esposa a vivir a Cervera en la provincia de Lérida, cerca de donde vivía nuestra hija Mercè y sus hijos, los nietos de pocos años, fue la motivación más importante para dar este paso. De todas formas, realizábamos visitas con bastante asiduidad a Barcelona, puesto que en ella quedó parte de la familia. En una de estos desplazamientos, en la festividad de San Jordi, bajamos –lo hacemos tradicionalmente para ayudar a mi cuñada-, hermana de mi esposa, que posee una librería-quiosco- para echarle una mano en el establecimiento, es un día en el que se necesitan más ojos que manos, también acuden ese día, sus hijos por el mismo motivo.
Así, el 23 de abril de 2015, me entero de este peculiar caso que personalmente me pareció muy interesante, por conocer otros similares.
Era poco antes del mediodía, cuando aparece subido en bicicleta un individuo que me llama la atención y que saluda efusivamente a mi sobrino Aran y lo mismo hace con su hermana Sarai, y a la madre de ambos, mi cuñada Inmaculada.
En Barcelona se acostumbre a ver gentes de todo tipo, de perfiles variados por lo que no habría de sorprender casi nada ni por estrafalario ni, por lo contrario, pero este joven presentaba alguna peculiaridad, o a mí me lo pareció diferente, era un patrón especial.
Por supuesto estaba convencido de no conocerlo de nada, fue mi esposa quien me asesoró sobre el personaje en cuestión, se entretuvo hablando con otros vecinos, reconozco que me hubiera gustado poder hablar con él pero no fue posible.
Observé su comportamiento, siempre sonriendo, amable y locuaz, dando la impresión de que este joven parecía estar fuera del mundo que le rodea, su atuendo tampoco es lo que podríamos llamar usual. Es alto, con barba, una gorra y pantalones que recoge con los calcetines, uno década color a rayas azules uno y liso el otro, da la impresión de sentirse orgulloso de su aspecto, y las gentes seguramente acostumbradas a él parecen no darle importancia a estas excentricidades, que lo parecen pero que no lo son porque forma parte de su cotidianidad.
Me explican que, siendo niño, en la escuela proyectaron varios días de convivencias en la montaña. Todo era perfecto los maestros enseñaban el comportamiento de la naturaleza que los rodea y los niños intentaban absorber todo aquel conocimiento nuevo para todos ellos.
Una tarde, echaron en falta al pequeño Juan Carlos, no estaba en los lugares que podías ser frecuentados o visitado por los niños.
La búsqueda fue frenética por parte de profesores, Guardia Civil y voluntarios del pueblo cercano.
Todo fue inútil, los padres estaban consumidos por el terror a perder a su pequeño, en los alrededores no había pozos, barrancos o cuevas, era un paraje de arbolado, la mayoría pinos y encinas, se iba gritando su nombre con altavoces potentes al tiempo que peinaban todo el bosque.
Cuando todo parecía perdido, el niño apareció, no supo decir a donde había ido ni como, ni tampoco tenía conciencia del tiempo que había transcurrido, todo era un misterio, no solamente para las personas que participaron en su búsqueda, sino también para él niño. Pero, no importaba, lo único importante es que Juan Carlos estaba de regreso. ¿De dónde?...
El suceso quedaba “olvidado” el tiempo se encargó de ello, tan solo quedó la tremenda angustia que los padres sufrieron pensando en alguna tragedia.
Sin embargo, para la familia aquello fue el principio del fin de una personalidad.
A partir del momento de la desaparición del niño, como dijeran sus propios padres “ese no es mi niño” todo su carácter recibió una modificación entre lo que había sido y lo que se había transformado.
Dejó de mostrar interés por los estudios y las cosas que le había importado, se volvió indolente y despreocupado, a nada prestaba atención como hiciera en un pasado cercano, todo su comportamiento era totalmente distinto. Conforme iba creciendo se incrementaban todas aquellas diferencias asumidas que se habían materializado en la personalidad de Juan Carlos, se podría decir que se había convertido en un “espíritu libre”, no quería comprender este mundo tal como era, sus concepciones de la vida eran otros. |
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Comenzó a deambular por los entresijos de la vida, decía poesías a colectivos que querían escucharle, se ofrecía para hacer de payaso en las fiestas de los niños por un módico precio, ignoraba las normas esenciales de la ortodoxia vigente, no quiso estudiar ni le importaba las cosas mundanas celebraba con abrazos sentidos el encuentro con algún conocido, y así continua a sus treinta años. El caso plantea algunas cuestiones que nunca se pudieron aclarar. ¿Qué ocurrió durante esos dos días que estuvo desaparecido? ¿Cómo pudo olvidar absolutamente todo lo que ocurrió durante ese tiempo? ¿Cómo sobrevivió? ¿Con quién estuvo?...
Cuando lo hallaron estaba impecable, como antes de la desaparición, dos días con sus correspondientes noches perdido en un bosque es mucho tiempo para que no se aprecie ningún signo externo en la ropa en el calzado incluso en el cuerpo.
Y lo más inquietante, que o quien modificó su carácter llevándolo de un extremo al otro, parece indudable que, a la edad de siete años, una fuerte impresión puede provocar lagunas psíquicas, pero no era el caso, el pequeño daba cuenta de todo menos de esos dos días.
Actualmente, es para unos un “Hippie” para otros un “volao” y para algunos un “vividor”. En realidad, a mí me parece un hombre transformado siendo niño, y que se siente feliz.
Aparentemente no tiene por qué haber ocurrido nada extraordinario, personalmente tengo la sensación de que hubo de ocurrir algo de mucha más trascendencia de lo aparente |
En la actualidad la ciencia casi “grita” ¿Ovnis? “Este tipo de cosas no tienen fundamento real. Es imposible saltarse las leyes físicas y lo que la gente dice, se supone que lo piensa.
No seriamos justos si no reconociésemos la actitud de algunos de los hombres de ciencia.
Llama la atención que aquellos que se han tomado la molestia de saber cómo y de qué manera “se cuecen las habas”, tienen otra idea sobre el particular.
Un buen ejemplo lo daba Richard Wielebinsiki, director del Instituto Max Plank para radioastronomía de Bonn, al expresar:
“Indudablemente, claro que hay seres inteligentes en otros planetas. De eso no tenemos la menor duda, lo que no veo fácil es la manera de entrar en contacto con ellos”.
Es imprescindible haber estado toda una vida dedicada a la investigación de los no identificados, para poder comprender “algo” la serie de preguntas que nos sugiere toda la “parafernalia” que continuamente nos dedican de forma tan aleatoria como inútil.
Es demasiado complejo como para hacerlo comprensible con unas pocas frases. El caso es... Explicar ¿Qué?, Se ha de llegar a un determinado “estado”, como decía no para saber, sino para intuir, ha de “brotar” cierta percepción, y, tampoco cualquier percepción, sino ¡Esa! Y no otra, la que bascula al borde de la afinidad tangencial de los distintos campos entre lo real y lo ilusorio.
Eso, transciende todas las teorías posibles, cualquier hipótesis de trabajo, todas las investigaciones del “mundo” ...
Llegados a ese punto, te das cuenta de los errores de tus planteamientos y estos, han sido tantos, tan variados, que son muy pocas las salidas que quedan, y.… surge una renovada idea, algo en lo que nunca habías pensado, revolucionando tus postulados adquiridos durante años, y en unos minutos desaparecen para dar paso a un nuevo orden de cosas y llega el instante supremo, has de enfrentarte a ti mismo, sabiendo que tu mente quiere guardar la incógnita. ¿Deseas realmente asumir esa metamorfosis que estas experimentando? Y te dices: Dejemos las cosas como están, que importa lo que siento o pienso, haré como que no me he dado cuenta.
Y te engañas hasta que la realidad te sale por los ojos, por la boca, por los oídos, por todos los poros de tu cuerpo y no puedes más que abrirte a un nuevo plano de conciencia que se “agita” en tu interior empujando por salir al exterior.
Quizás sea realmente peligroso el tirar continuamente de la “cadena” para realizar un pormenorizado análisis de cada “eslabón” que la componen, puede que esto no nos esté permitido, la vida, nuestra vida y nuestra muerte “física” discurren por un mismo sendero, tan sólo difiere en gradación, en sutilidad, en plano de existencia.
N 1980, el norteamericano de 62 años, Edwin Robinson, que había quedado ciego y mudo después de haber sufrido un accidente automovilístico en 1971, hubo de aprender el sistema Braille mediante el cual escribía poemas de temática religiosa y naturista.
En la fecha indicada, 1980, recobró la visión y el oído tras la caída de un rayo cerca de donde se encontraba en el patio de su vivienda.
Los especialistas que lo habían tratado sin resultado alguno durante los primeros años de sus problemas de vista y oído, asegurándole que los efectos producidos eran irreversibles, dieron por concluido e innecesaria la visita a su consulta del paciente.
Cuando el señor Robinson acudió a ellos, con la vista y el oído recuperado. Decidieron realizar un reconocimiento minucioso con todos los elementos técnicos a su alcance, ambos declararon que no había una razón científica que pudiera explicar la asombrosa curación.
Tal vez el niño juan Carlos, no estuvo perdido, sino que tuvo un encuentro con los ciudadanos del Limbo
Autor: Juan Díaz Montes
Miembro IIEE España
Extracto de su libro: “Los ciudadanos del Limbo” |
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