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HUMBERSTONE:
Historia y Leyendas de un Pueblo Fantasma |
Por Ignacio Valdés Mellado
IIEE- ITALIA |
Hoy les contaremos de un viaje que promete ser apasionante; nos sumergiremos en los restos de otro tiempo, en un lugar donde parece que se ha detenido el reloj y en el cual muchos testigos afirman que suceden hechos paranormales |
Desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, muchos pueblos se crean alrededor de las oficinas salitreras, lugares de extracción del salitre controlado por grandes empresas en su mayoría inglesas. El dinero corría a raudales y los pueblos se dotaban de todas las comodidades posibles: Plazas, Escuelas, Teatros, Piscinas, Salas de baile, Iglesias. Pero los años felices acaban cuando dos jóvenes alemanes , Haber y Bosch , inventan el amoníaco sintético y los abonos naturales comienzan a pasar a un segundo plano, hasta su total abandono. El trabajo comienza a escasear y los sindicatos de los trabajadores comienzan revueltas que acabaran de forma sangrienta: como el caso de las dos mil personas que fueron asesinadas a tiros por el ejército acabando de forma tajante con tal sublevación. Así, con el pasar del tiempo estos pueblos terminan por ser abandonados convirtiéndose en lo que normalmente llamamos “pueblos fantasmas”, en mitad del desierto más tórrido del mundo que los va devorando sin compasión. Y hoy, apenas un par de ellos se mantienen en pié para recordar al mundo su existencia como es el caso de Humberstone. Ubicado a 48 km . de la ciudad de Iquique. Desde el 2005 declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Cuando en 1996 quien escribe tuvo la oportunidad de visitar la ex Oficina Salitrera Santiago Humberstone, pudo comprobar recorriendo sus polvorientas calles y adentrándose en aquellas casas olvidadas llenas de recuerdos de arduo trabajo, alegrías, tristezas e injusticias que el inclemente sol del desierto de Atacama le ha dado a Humberstone un aspecto realmente fantasmal, escenario propicio para un filme de Hitchcock.
Recorriendo la pequeña ciudad nos pudimos dar cuenta que las vivencias de aquellas gentes, su sacrificio y sus muertes todavía siguían impregnadas en las calles y paredes vacías. Y que apariciones fantasmales y psicofonías de lo más tétricas son “casi” algo común en estos terroríficos, a la par que bellos pueblos sin vida. Recuerdo cuando visitamos la impresionante piscina construida del hierro fundido proveniente de un barco que había naufragado en el puerto de Iquique, qué se dice que de sus fundamentas se levante el lamento de quienes allí perecieron. O del mismo teatro encantado, que en otra época supo entretener a patrones y obreros, donde se parece revivir el vocerío de quienes alguna vez le dieron vida.
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Una historia sobrecogedora y ligada a estas espectaculares apariciones fantasmales de Humberstone la encontramos entre las páginas del libro “ La Bimba Che Visse Due Mondi”, La niña que vivió dos mundos, a través del personaje Katrin:
«Pocos años atrás, cuando Katrin había regresado a Chile con su hijo Guglielmo, que entonces tenía trece años, yendo a Iquique con su hermana, su cuñado y la sobrina Asunción de doce años, visitó esta salitrera. Fue una experiencia impresionante.
Aquel día ya en plena tarde, no había otros visitantes, la salitrera parecía una verdadera ciudad fantasma. Los guardias les avisaron que a las dieciocho y treinta tenían que cerrar y por lo que ellos no habrían tenido más que una hora para visitarla.
Caminaron por las callejuelas desiertas, entraron en algunas de las casas abandonadas, todo era tan desolado que daban escalofríos, vieron sólo un gato que a lo lejos cruzaba la calle, cambiaron dirección, ya que todo era demasiado tétrico y como si fuese poco el gato era negro. Visitaron la iglesia y aprovecharon de decir una oración por todas las personas que allí habían perecido. No muy lejos había un extraño cementerio; cada tumba tenía un pequeño recinto de madera en deterioradas condiciones. De repente aparecío delante de ellos un hombre vestido de guarda, le preguntaron pensando que ya era hora de cerrar, si debían irse, pero él respondía que no habían problemas… se podía entrar hasta las dieciocho y treinta pero no había un horario de salida. A ellos les parecía extraño porqué cuando habían comprado el boleto, habían sido advertidos de otra manera, al final se confiaron. Se ofrecía hasta de acompañarlos. Les mostró la carnicería, la panadería... la cosa extraña es que contaba todo al presente, daba la impresión que él estuviese viendo a las personas mientras trabajaban, todo lo explicaba con pelos y señales, tanto que parecía estar viviendo las escenas y la ciudad retomaba vida en la imaginación de los cinco visitadores.
[...] Cuando llegaron a la piscina, el guardia contaba de quienes allí se bañaban y de cuantas personas se habían ahogado y, se le escapó de boca, de cuando tuvo que tirarse para salvar algunos, siempre hablando al presente, como si todo aquello todavía estuviese sucediendo; lo mismo se repitió cuando visitaron el Club Social completamente vacío. Describió toda la decoración, donde estaba el banco del bar, la boletería, las sillas, las mesas... La narración de los hechos era tan real que parecía escucharse la música y el vocerío de cuando la sala era llena de gente y no abandonada.
Visitaron la escuela, donde sacaron algunas fotos también junto al guardia. El tiempo pasaba, estaba atardeciendo, pero ellos estaban tranquilos porque siendo con el guardia pensaban que no se quedarían encerrados.
El extraño personaje dijo de llamarse Javier Guzmán y que era el guardián de la salitrera. Alejandro la esposa y la sobrina lo saludaron y se encamiron hacia la salida. En cambio, Katrin y Guglielmo se quedaron otro poco. Recorrieron una calle que parecía no terminar nunca, Javier los quería llevar a lugar aun más lejos, pero se había hecho tarde y ya se estaba poniendo oscuro. A Katrin la calle no le gustaba mucho, parecía que llevase al infinito y decidió con Guglielmo, que estaba siempre a su lado porque tenía miedo de devolverse.
“¡Gracias don Javier por su compañía, ha sido un placer!” Lo saludó Katrin.
Cuando le dio la mano, con diez dólares de propina, la mano era fría, muy fría. Él agradeció por lo que había recibido. Cuando se dieron vuelta para volverlo a saludar, ya no estaba ¡en un instante se había desvanecido! Entonces afanadamente se pusieron a correr. Estaba oscuro y a la entrada encontraron a los guardias muy molestos porque tenían más de una hora de atraso. Se justificaron diciendo que el guardián de la salitrera les había dado permiso de quedarse otro poco. Ellos se miraron y dijeron:
“¡Aquí estamos sólo nosotros, no hay otro guardia allá dentro!” … Pidieron disculpas, se quedaron callados y se miraron sorprendidos. Ya se había hecho de noche.
A la salida había un pequeño kiosco muy pintoresco y del qué los cinco se sintieron muy atraídos, se acercaron, estaba iluminado por viejas lámparas de minas por lo que la luz era muy tenue; habían viejos objetos provenientes de la salitrera, así les dijo una misteriosa anciana que estaba sentada dentro del kiosco. Katrin, curiosa, tomó un viejo y sutil libro, muy arruinado: era la historia de la salitrera con algunas fotografías de la época, entre las cuales estaba la piscina y donde le pareció reconocer al misterioso guardián.
[...] No había necesidad de explicar nada, los cinco habían comprendido perfectamente la increíble aventura que habían vivido. Habían vivido una experiencia única que nunca más la habrían olvidado; habían visto el guardián de la salitrera que se había quedado allí para cuidarla, donde había vivido toda su vida. » |
Fotos: pasillos de la Escuela y vista de la Iglesia y el antiguo mercado de Humberstone |
Ir a Humberstone no es sólo viajar en los vestigios de otro tiempo. Es además y sin lugar a dudas, un viaje místico, que da para mucho. En suma, es como si Humberstone desde sus entrañas quisiera aludir a sus visitantes que aquello que se vivió allí, nunca podrá ser devorado por el olvido. |
Nota de la escritora del libro, Karin Gelten Lipiria:
Querido Ignacio:
La experiencia fue absolutamente verídica, todo lo que tiene que ver con el guardián. Luego en el kiosco miramos muchas cosas, yo compré el libro y algunos souvenirs. El libro era muy antiguo pues la misma foto era de antaño. Pero como ya te dije antes, la experiencia que viví con mis parientes fue verdadera. Guglielmo a menudo recuerda este episodio único e impresionante que le sucedió en el aquel lugar perdido del desierto más árido que existe en el mundo.
Un abrazo Karin. |
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