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Estando en Barcelona a principios de los años 80, desde luego que el mundo de los “no identificados” me acompañaba desde el año 1965, o sea tenía mi experiencia y se acrecentaba cada vez más, sea esta, en el trato de las personas que daban sus testimonios, como en el trato con los a colegas españoles, incluso intentando encajar y acomodar ciertas “actitudes mágicas” que se incorporaron en mi mente cuando niño en mi entorno en Chile.

Mes de octubre de 1983 recibí en casa carta de Chile, me refiero a cartas como las de antes, con estampillas (sellos) escrita a mano, y con ese sabor personal intransferible que hoy en día no existe en la comunicación de las personas. Su origen, Santiago de Chile, una profesora de nombre María Fariña Ortega quien siendo directora de un colegio en un sector muy céntrico de Santiago (Avda. Italia) me hacía una confesión de un hecho acontecido en el año 1968 en el colegio que dirigía. Me hacía hincapié que no quiso comentarlo en Chile con nadie de prensa ni difundirlo fuera de los propios testigos para no ser considerada loca ni fuera de sí. Este acontecimiento quedo entre los alumnos y apoderados presentes en aquel momento.

Me indicaba que estaba atardeciendo, salió a dejar a una colega a la puerta, además también estaban tres alumnos y un par de apoderados. De repente se vino encima un gran foco de luz a una velocidad inverosímil. La descripción de los presentes es diferente, mientras algunos vieron anaranjada esta gran luz, otros solo brillante, y la profesora la distingue de color rojo.

Era como un gran foco de auto que los pocos segundos que bajo hacia ellos no pudieron describir un aspecto físico, sólo distinguieron gran foco, el cual levanto tierra del suelo y hojas de árboles que permanecían cerca del lugar.

La luminosidad muy intensa dio una vuelta a una velocidad totalmente inusual, y con un grado imposible a realizar por una maquina voladora conocida y dejo a los testigos comentando este asunto largo rato y los días venideros. La gran luminosidad se desplazó en forma veloz en forma casi horizontal hasta perderse hacia el sur-oeste de la capital.

Esta experiencia decidieron los testigos mantenerla en silencio y con discreción absoluta ante lo extraño que fue, y lo cercana que tuvieron “eso” sobre sus cabezas, pero el problema se provocó a los días siguientes…

Aludimos textuales al relato de la profesora que mantenemos grabado en nuestro viejo aparato que utilizábamos en aquella época.

“El problema se nos planteó después, ya que no sabíamos cómo explicar esta situación a los niños, quienes quedaron muy asustados. Decidimos todos los que observamos este fenómeno callar este asunto ya que nos llamarían locos o pensarían que estábamos un poco mal de la cabeza, pero los niños al otro día de clase tenían revolucionado a todo el colegio con la noticia de un Ovni había visitado el colegio. Tuve que dar explicaciones a más de una familia y sólo el tiempo logró atenuar esta experiencia que en acompañó toda la vida” (Textual: Sra. María Fariña Ortega, la directora).

En el año 1995 quien escribe estas líneas logra ubicar en su domicilio particular a esta profesora, quien ya se encontraba jubilada y logra los datos correspondientes, y la testigo aludida se reafirma totalmente en esta extraña experiencia.