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El rayo de luz, de un color naranja desteñido, mide más de 200 metros y se difunde en línea recta sobre la superficie, atravesando los espinos...
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Los análisis que hemos realizado a la fecha muestra un objeto aéreo indeterminado, incorporado totalmente en la fotografía, de fugaz y rapidísima trayectoria. No fue observado por el ojo del fotógrafo, ni de los testigos presentes.
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MONTAÑAS DE CHILE
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Crónicas de Cerros
Chacarillas 2ª Parte – Osvaldo Muray
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VER Y ESCUCHAR LO QUE "ELLOS" ORDENAN
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En mi anterior relato para esta página del IIEE "Los cazadores del cerro Chacarillas"—mayo 2008--), omití voluntariamente la inexplicable y asombrosa incomunicación que sufrimos al instalarnos en el campamento base a los pies del Chacarillas. Dicha incomunicación telefónica, avivó un enigma que se me había presentado en anteriores excursiones por el  extenso cordón montañés, tales como "olvidarme" de algunos planes que me habían llevado al cerro; no tomar determinadas fotografías; ver cosas que mis acompañantes no veían y, ser presa de un inexplicable nerviosismo, apenas llegado al borde del Chacarillas, mientras los demás permanecían serenos e inmutables. Pero tal nerviosismo no era producto del miedo sino que lo causaba la sensación de sentirnos vigilados o "acompañados" en nuestras caminatas por el cordón, sin que nada de lo que estaba al alcance de nuestra vista, justificara tal aprensión.
Osvaldo Muray y un colaborador del IIEE en pleno Cerro de Chacarillas

Al atardecer del primer día  de enero de 1991, los nueve integrantes de esta expedición, que pretendía filmar a los supuestos cazadores de conejos—cazadores volantes-- y que pululan a su antojo, no solamente por el extendido cordón de La Chacarilla, sino por los cerros aledaños como El Carbón, Las Canteras, La Pirámide y hasta el concurrido cerro San Cristóbal, conformando un cinturón que ciñe la frontera noreste de la ciudad de Santiago.

Como toda expedición que se respete, yo había diseñado una operación de apoyo, consistente en dejar como vigías—a mi mujer y a dos de mis hijos--, en la ventana de mi departamento (cuarto piso en un edificio de avenida Independencia) desde la cual, la mayor elevación del Chacarillas queda al frente mismo de mi observatorio. En tal posición, se tenía la ilusa idea que se podía tocar el cerro con las manos. Esta cercanía no era una ilusión óptica puesto que desde allí se podían ver numerosos detalles de la configuración física del cerro, sin necesidad de binoculares. Ahora bien, con un largavista, parecía que uno estaba entre los espinos del macizo. Desde allí, observábamos con abismante frecuencia, dos o tres días a la semana, el inicio del show extraterrestre, que comienza, por lo general, con la llegada de una brillante y translúcida esfera de encendido color rojo, de la cual surgen una o varias esferas de encandilante color blanco, cual globos de luz fluorescente.

La misión de los vigías era permanecer alertas a la aparición de la primera esfera roja y avisarnos telefónicamente desde el teléfono de mi departamento, al celular del camarógrafo de canal 7, Bruno Balestrazzi. Esta precaución, nos resguardaba de la supuesta aparición de la "esfera madre" en otro lugar del extenso cordón montañés, la que nos podría jugar una mala pasada, saliéndose del libreto habitual. Desde la ventana-observatorio, se dominaba una extensa área de la Chacarilla, lo que no sucede cuando se está al pie mismo del  cerro.

Como lo relatara en el capítulo anterior, los "cazadores" aparecieron sorpresivamente en las alturas del macizo, mucho antes de lo habitual, cuando el sol aún bañaba con su luz más de la mitad de la altura del cerro.

Intrigado por no haber recibido el oportuno aviso de los vigías, llamé al teléfono de mi departamento pero no hubo caso de comunicarse. Reclamamos a la Compañía de teléfonos y para mi sorpresa, se me respondió que tal número (el de mi casa) no existía. Anonadado, Bruno llamó a su hogar y le pidió a su esposa que llamara al teléfono que "no existía", pudiendo comunicarse sin problemas con mis vigías. En vista de tan insólita situación, mi mujer fue a casa de una vecina y desde su teléfono llamó al celular de Bruno y de esa manera, pudimos contar con una comunicación directa. También nos enteramos que mis vigías vieron llegar la esfera roja a lo menos media hora antes que la viéramos nosotros pero les había sido imposible avisarnos.

Un humaoide grande y otro pequeño luminoso, tras la estela de luz, según Muray

El enigma del teléfono desaparecido me obligó a pensar durante mucho tiempo, buscando una explicación, porque mi teléfono siguió funcionando normalmente y la cuenta llegando religiosamente cada mes. Junto a las cavilaciones en que me sumió el misterioso hecho, comencé a juntar pequeños enigmas ocurridos con anterioridad y enigmas nuevos que descubría en cada uno de mis viajes por el cordón, con posterioridad al caso del teléfono desaparecido

De estas cavilaciones, que han durando desde 1990 hasta hoy, he llegado a la innegable conclusión que los seres venidos de un espacio-tiempo vecino, manejan nuestras ondas cerebrales y cuando estamos en sus cercanías, sólo vemos y escuchamos lo que "ellos" desean que veamos y escuchemos, porque si pudiéramos presenciar y oír la realidad de tales  "vecinos", podría desatarse una psicosis de efectos incalculables, dado que nuestro desarrollo intelectual no nos permitiría comprender aún a ese mundo tan cercano en el espacio-tiempo pero tan lejano de nuestra inteligencia. Si pueden manipular nuestros pensamientos, no veo la dificultad que pudieran tener para manipular las ondas electromagnéticas que hacen posible la telefonía.         

La segunda prueba de que nuestros vecinos ET son expertos (pero algo infantiles) en montar escenas ficticias, para que los terráqueos nos convenzamos que cada cosa algo extraña, es un hecho natural de nuestro espacio-tiempo, lo aportó una jovencita estudiante de Pedagogía en inglés, de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Carolina Poblete  Cofré, quien vive a un par de kilómetros de la Chacarilla y siente una gran afición por los enigmas que fluyen a raudales desde los cerros vecinos.

Alrededor de la una de la mañana del caluroso verano del año 2000, Carolina se encontraba en las cercanías del cerro, junto a un hermano, observando los desplazamientos de varias luces que se divisaban entre la frondosa  vegetación, compuesta por matas de espino en plena floración. El escenario era el comienzo de la Puntilla de Puente Verde, vale decir, el inicio oeste del dilatado cordón, pegado a la carretera General San Martín. Sin detenerse a medir las consecuencias que pudo haber tenido su osadía, Carolina y su hermano se dirigieron resueltamente a la puntilla, con el fin de averiguar la procedencia de tales luces, que se desplazaban erráticamente en todas direcciones.

Cuando ambos hermanos se encontraban en el borde mismo del cerro, donde comienzan los espinos y se aprestaban a iniciar el ascenso en busca de las luces, aparece una camioneta-furgón de color blanco, que desciende del cerro por una huella casi inadvertida y se interna hacia las cercanas poblaciones existentes en las proximidades de La Chacarilla. Pasan algunos minutos y desciende una segunda camioneta y cuando el estupor de los hermanos Poblete llega al máximo, surge una tercera camioneta del mismo modelo y color.

Desde luego, al hacer su aparición los tres vehículos, las luces que erraban entre los espinos desaparecieron, dejando en claro que las luces correspondían a los vehículos, conformando obviamente, una explicación digna de niños de kindergarten (¿camionetas moviéndose entre las abigarradas matas de espino en una ladera con pendiente sumamente pronunciada?). Pero tan ridículo montaje tuvo un segundo capítulo.
Luces captadas por Osvaldo Muray en sus años de observación

Carolina y su hermano  inician el regreso a su hogar comentando la extraña situación. Cuando van ya en una calle pavimentada, divisan que en sentido contrario y rumbo al cerro, viene una de las camionetas. Estupefactos se detienen a orillas de la vereda y contemplan el paso del vehículo. Su chofer—que va solo—es un personaje nada más curioso puesto que parece dibujado, mejor dicho, es un robot exento de características humanas, sin la menor expresión de vida en su rostro.

Siete minutos después, pasa una segunda camioneta de idénticas características, incluyendo el robot que la conduce y a los siete minutos siguientes, aparece la tercera camioneta.

Carolina recuerda nítidamente el tipo de camioneta—furgón Fiat Fiorino, de color blanco--.Cuando le pregunto la razón de tanta exactitud, su respuesta deja en descubierto una segunda parte del montaje de los ET: "en mis ratos libres trabajo en la panadería del barrio para costear mis estudios de pedagogía y allí, poseen este mismo tipo de vehículos, semejantes en marca, modelo y color, empleados para el reparto del pan a los negocios de la comuna (Conchalí).

Entonces me surge con claridad meridiana la razón de esta duplicidad vehicular. Las luces se han transformado en copìas de las camionetas repartidoras de la panadería donde trabaja Carolina—vehículos que ella identifica plenamente por verlos todos los días—y se le han mostrado tres copias semejantes para que no tenga la menor duda que las luces que ella y su hermano trataran de perseguir en el cerro, en realidad eran camionetas terrestres. No cabe la menor duda que con esta anécdota se ha inaugurado una sección que podríamos llamar "Videojuegos extraterrestres".
Carolina Poblete, hoy en día, aún acude a los Cerros de Chacarillas

Vamos ahora a la parte seria de este show ET. Carolina y su hermano ven bajar y  luego regresar, a tres camionetas que ella conoce muy bien. Sin embargo, nadie puede asegurar seriamente que se trataba de camionetas. Es obvio que la explicación es otra, muy simple, y que se inserta en este sistema de hacer que los humanos vean y escuchen lo que ellos desean que veamos y escuchemos cuando estamos en sus cercanías, con el fin de evitarnos el shock que podría causar a nuestra civilización si se llegara a conocer y divulgar esa realidad llegada de otros espacio-tiempo sumamente distintos al nuestro.

Pero tenemos otra prueba mucho más contundente, para demostrar la existencia de estos montajes que, como en el caso precedente, lindan con lo ridículo.

Poco tiempo después del último de los sucesos relatados—alrededor de ocho meses—y ante la continua repetición de hechos absolutamente fuera de la normalidad terrestre, le sugerí al editor general de Canal 7, Gazi Jalil, que me proporcionara un camarógrafo para intentar un reportaje a estos fenómenos. Gazi aceptó mi petición y, ante mi pedido, determinó que se utilizara un enorme teleobjetivo, puesto que mi idea era filmar desde la mayor distancia posible las actuaciones de los ET en las laderas de La Chacarilla.

Este pretendido alejamiento de los "cazadores" que vuelan, tenía una curiosa razón de ser: tras los dos primeros años de reportear incansablemente la cintura cerril del noreste santiaguino, me comencé a dar cuenta que cada vez que llegaba a los lugares donde los ET realizan sus inexplicables incursiones, procedían a alejarse hacia el norte del cordón, desapareciendo de mi vista y de la vista de mis desencantados acompañantes (ya que en cada excursión invitaba amigos que, aparte de asombrarse, me servían de testigos de los sucesos). Estas fugas de los elusivos "cazadores", nos obligaban a realizar agotadoras caminatas detrás de los prófugos y luego de unos cinco kilómetros bordeando el cerro, los encontrábamos en sus insólitas faenas de explorar el macizo. ¿Y que cree usted que sucedía?: pues, los mal educados regresaban a las laderas y a los potreros circundantes, luego de darnos un esquinazo de tan mal gusto. Y el grupo de cansados terrestres, volvía a emprender la persecución, ahora en sentido contrario.

Una primaveral noche, llegamos hasta el borde de unos potreros, con un camarógrafo de TV-7, su iluminador y el chofer del auto. Nuestra ubicación era a unos 500 metros del comienzo de la ladera y semi ocultos detrás de altas y fragantes matas de hinojos. En tan distante lugar, ya se encontraban tres grupos de "cazadores", los que podíamos divisar a simple vista. Cada grupo estaba compuesto por un personaje alto, de aspecto atlético y dos ayudantes de escasa estatura vistiendo mamelucos de color azul.

Mientras la gente de la estación televisora instalaba el trípode y sobre él la cámara y el gigantesco teleobjetivo, yo me alejé algunos pasos en busca de una buena ubicación para donde ubicarme a observar con mis binoculares.

De pronto, me percato que los tres hombres de la TV se muestran agitados y rodeando la cámara. Me acerco al lugar y el camarógrafo me dice: mira, al momento que me señala el visor. El lente por el cual se observa lo que está viendo el instrumento, se encuentra en el extremo posterior del tubo, en su costado, en posición vertical, mientras el tubo mismo está en posición horizontal al, apuntando su enorme ojo de cristal sobre uno de los tres grupos de "cazadores".

Esta posición distinta de visor y lente, permitía mirar con el ojo derecho por el visor y con el ojo izquierdo, observar a simple vista al grupo de "cazadores". Tal  dualidad visual me hizo estremecer con una mezcla de miedo y del mayor asombro por tener el privilegio de contemplar, una inconcebible maravilla extraterrestre: mientras mi ojo izquierdo veía nítidamente a los tres personajes que alumbraban el suelo con una débil linterna y parecían buscar algo, mi ojo derecho sobre el visor del poderoso teleobjetivo, enfocado sobre ellos, no veía a nadie…sólo un perfecto círculo de luz blanca y fluorescente—como de un metro de diámetro--pegado al suelo y sin que se viera ninguna fuente que lo produjera. En el centro de este círculo, giraba lentamente un puntero y cuando el giro completaba los 360 grados, todo el conjunto saltaba sorpresivamente a un lado y volvía a reiniciar el recorrido del puntero, conformando un verdadero radar terrestre.. Este espectáculo se prolongó más de media hora pero nadie pudo calcular el tiempo transcurrido, porque la magia del momento nos transportó a otro mundo.

Eufórico, le pregunté al camarógrafo si se había grabado todo el misterioso radar de tierra, a lo cual me contesto afirmativamente. No vacilé en asegurarles a los tres hombres de la TV, que por primera vez, se había obtenido una prueba irredargüible de la presencia extraterrestre en nuestro planeta, con personajes visibles para el ojo humano pero invisibles para un instrumento que carece de ondas cerebrales que se puedan manipular.

Al día siguiente llamé a primera hora a Gazi Jalil y le informé de esta gigantesca noticia y quedó de pedir la cinta y contemplar el singular suceso. Ese mismo día pasó frente a mi casa la estudiante de pedagogía, Carolina Poblete y le comenté lo sucedido la noche anterior. Para mi sorpresa, me dijo que ella tenía un telescopio en el patio de su casa, permanentemente enfocado sobre La Chacarilla y veía con frecuencia estos discos de luz, pero en vez de un puntero, observaba como una pequeña esfera de encendido color rojo, giraba alrededor del disco de luz y que al completar una vuelta, saltaba al lado y volvía a reiniciar tan curiosa maniobra.

24 horas después, llamé a Gazi para preguntarle su opinión sobre el suceso y me dijo: no hemos podido encontrar la cinta, que se entregó al archivo, la que se encuentra anotada como ingresada pero no está en parte alguna.

Y ya no lo estuvo nunca más.-

Osvaldo Muray Q. Periodista.

NOTA:
El IIEE de España también ha investigado estos cerros que circundan Santiago, precisamente en el año 2006, el investigador Ramón Navia-Osorio, presidente del IIEE europeo estuvo en este lugar recopilando información desde la misma fuente, el periodista Osvaldo Muray.

Continuara…
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