Tenía treinta años cuando una madrugada del mes de mayo cerca de la una y media de la mañana al regresar de una fiesta, en compañía de mi amigo Antonio Pérez, ya fallecido hace algunos años, por el lugar de Conchas Blancas frente a Quinchao y al caminar por la orilla de la playa, de repente vimos aparecer en el mar un barco que por sus características creímos que era el Puyehue que por entonces hacía la carrera entre Castro y Punta Arenas ¡Pero ¿qué hacía en ese lugar? nos preguntamos.
El barco fondeó a unos cincuenta metros de la costa donde estábamos. Arreó el ancla en medio de un ruido ensordecedor que producía la cadena al deslizarse por el escoden de proa. Lo que más me llamó la atención fue la vestimenta de los marinos y la variedad de luces que llevaba encendidas. Había luces rojas, verdes, blancas, amarillas, rosadas, medio oscuras y los marinos que maniobraban a bordo, todos tenían uniformes blancos, y sus gorras también eran blancas, pero las viseras eran rojas. Maniobraban como que estaban descargando, pero no vimos ninguna embarcación que estuviera recibiendo carga. Estuvo cerca de diez minutos en esta faena, luego levó anclas, mientras permanecíamos de pie sin movernos, mirando fijamente al buque, parece que con el susto estábamos paralogizados. Anduvo como una cuadra y en un abrir y cerrar de ojos desapareció. No supimos si se lo tragó el mar o el cielo.
Entonces mi compañero me dijo:
De buena nos salvamos Benjamín, ese barco era El Caleuche
Hasta ese instante comprendí que era el barco fantasma el que acabamos de ver no era el Puyehue como al principio creímos, ya que era casi idéntico, salvo que era un poquito más bajo y su casco un poco más negro. Oíamos todavía nítidamente el ruido de sus máquinas. Pero del buque ni sombras.
Pérez me acotó:
Menos mal que no lo miramos de frente y no nos arrancamos, de lo contrario más de algo nos iba a pasar, ya que los que les tienen miedo se los lleva. Debe haber pasado a dejar provisiones a algunos de sus agentes
manifestó.
Un frío recorría mi espalda y un sudor helado bañaba mi frente. Reaccionamos y empezamos a correr y no paramos hasta que llegamos a nuestras casas.
Por eso creo que existe el Caleuche. Puede haber sido una aparición, pero lo que vimos realmente fue un barco.
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Fuente: Abordaje al Caleuche, Editorial Nascimiento, Año 1980 |