IIEE Instituto de Investigación y Estudios Exobiológicos Chile

Conocí y traté a los cuatro y tuve ocasión de discutir con ellos las cosas en que coincidíamos y discrepábamos, que frecuentemente no eran pocas.

Todos han fallecido ya, excepto Vallée, con el que recuerdo que en Costa Rica, hice la ascensión al volcán Irazú en compañía de Andrija Pujarich, -propuesto una vez para el premio Nobel y biógrafo de Uri Geller- y de Enrique Castillo, el famoso contactado costarricense con el que pasé también, junto con Magdalena, muchas horas recordando sus extraordinarias experiencias, que precisamente habían comenzado allí mismo en la ladera de aquel volcán.

Acabo de leer una entrevista que el año 2014 varios intelectuales franceses le hicieron a Vallee y me ha dado pena, porque veo que Vallée, cuyo libro Pasaporte a Magonia me hizo reflexionar mucho sobre la profundidad del fenómeno ovni y sobre su relación con todo lo mitológico, se ha quedado anclado en la primaria etapa de la duda acerca de la realidad o irrealidad del fenómeno. Es el ejemplo típico, por una parte, del prejuicio que “la megaciencia” tiene hacia todo aquello que no se puede someter a un laboratorio, y por otro, de la alergia hacia todo lo espiritual y del miedo a ser tildado de anticientífico.

No dudo de que Vallée sea un científico de primer orden, sin embargo hace ya años, Bárbara Bartholic, una de las personas que, a mi manera de ver, -junto con Carla Turner- más han profundizado en el conocimiento de todo lo que hay detrás del mundo de los ovnis, me hizo descubrir la incapacidad que Vallé tenía para llegar a lo profundo del fenómeno. Una incapacidad que provenía precisamente de su rígida formación científica, que por muy científica que sea, no pasa de ser rudimentaria en comparación con los formidables misterios del cosmos. Bárbara colaboró muy activamente con él, hablándole de casos de contactados que venían a su consulta, para que como psicóloga y gran hipnóloga que era, los ayudase a salir del férreo control y hasta tormentos a que estaban sometidos por entidades extraterrestres malignas. Pero después de años, se sintió muy defraudada cuando ante pruebas no solo de índole mental y espiritual sino materiales y según ella imposibles de ser desestimadas, él permanecía siempre dudoso y en cierta manera, incrédulo.

En la entrevista con los intelectuales franceses, Vallée llega a decir que él creía que Keel en algunas particularidades del famoso caso de West Virginia, nos había engañado. Yo conocí muy bien a Keel, (al que por cierto le debo el prólogo de uno de mis libros en inglés), porque mantuve largas conversaciones con él mientras observábamos pasmados la construcción de los profundos cimientos de las infaustas Torres Gemelas, y de ninguna manera estoy de acuerdo con Vallée en este particular. El autor del formidable libro UFOS, Operation Trojan Horse, es para mí no solo uno de los mayores conocedores del complejo mundo de los ovnis, sino uno de los filósofos que más ha profundizado en el misterio de la vida humana, tal como lo ha dejado consignado en libros suyos como The Eighth Tower o The Disneyland of the Gods.

Keel con gran audacia y sin miedo a incurrir en el ludibrio de los “intelectuales” de la ovnilogía, se atrevió a decir que las experiencias de tipo sexual que padecían algunos de los contactados (y de las que los “ufólogos profesionales” no se atrevían o no querían hablar), eran simplemente una repetición de los casos de íncubos y súcubos de la Edad Media y de los demonios con los que luchan los exorcistas cristianos.

Allen Hynek, ilustre catedrático en la universidad del estado de Ohio, fue usado durante un tiempo por las autoridades norteamericanas, al frente del proyecto Bl ue Book , para que pusiese todo su prestigio de astrónomo al servio de la desinformación y en definitiva de la falsedad del fenómeno ovni. Pero al cabo de un tiempo, parece que su conciencia le dijo que no era decente seguir mintiendo de aquella manera y fundó en Chicago el CUFOS (CENTER FOR THE STUDIES OF UFOS), desde donde se dedicó a decir la realidad que existía tras las apariciones de extrañas naves en el cielo y posadas en tierra. Recuerdo muy bien que a principios de los años 70 tuve, bastante audazmente por mi parte, un pequeño enfrentamiento con él cuando le dije que si yo hubiese tenido en mis manos tantos casos como él conocía, yo no habría tardado tanto tiempo en decirle a la gente la verdad. Hynek murió en 1985 a los 75 años, inesperadamente para algunos, tal como les ha sucedido a muchas personas importantes que han hablado claramente sobre los ovnis. Hynek por lo menos tuvo la valentía de arrepentirse y de dar la cara, cosa que no hizo Carl Sagan que conociendo la realidad del fenómeno, y amenazado por las autoridades de que le retirarían las ayudas que estaba recibiendo para sus proyectos si decía la verdad, interesadamente colaboró durante toda su vida con los militares para que el pueblo desconociese la realidad.